sábado, 7 de mayo de 2016

katmandu-madrid, vía doha

hace poco más de un mes tuve ocasión de viajar a nepal. en el vuelo de vuelta, de manera espontánea, empecé a escribir unas notas sobre un niño que había visto esa misma mañana en bhaktapur. releídas ahora me parecen algo ingenuas, pero aun así siento el impulso de compartirlas. las transcribo tal cual las tomé, sin añadir ni quitar nada.


viernes, 1 abril 2016

mi hijo andrés, 5 años, tiene un juego que llama "el show". "voy a hacer el show", dice, y se levanta de la mesa y hace un baile descoordinado que casi siempre acaba con él de culo y todos riendo mucho. esta mañana, en una calle de bhaktapur, en el valle de katmandú, en nepal, en un rincón devastado por el terremoto del año pasado, un niño desnudo baila igual que andrés mientras a su alrededor su hermano y sus padres le ríen la gracia de forma muy parecida a como se la reímos a andrés laura, mateo y yo. 

los niños son niños en todas partes, es lo primero que pienso. e inmediatamente después me sobreviene la idea de que sí, los niños son niños en todas partes, pero las oportunidades que tendrá andrés no serán las mismas que las de ese niño que baila en bhaktapur tonta y despreocupadamente buscando el aplauso de sus padres.

"menudo descubrimiento has hecho", pensará alguno. y, sin embargo, eso no lo hace menos injusto. ¿qué puedo hacer yo por cambiarlo? posiblemente mucho. ¿qué voy a hacer yo por cambiarlo? posiblemente nada. 

no termino de acostumbrarme a esto. la mierda no cabe en 140 caracteres.

escribo todo esto en el asiento 1A, primera clase, del vuelo de qatar airways QR647, destino doha, mientras el avión se prepara para despegar. el champán que una azafata con los labios recién pintados me ha servido con la más amable sonrisa está empezando a perder la burbuja.